sábado, 7 de septiembre de 2013

Bestialidad altimétrica en Bejes. Cantabria-Asturias 2013 (I)

   El Salto de la Cabra. Aquel sugerente nombre rondaba por mi cabeza desde hacia demasiados meses; así que no era cuestión de seguir demorando lo inevitable. La contienda se preveía encarnizada. A un lado, el coloso cántabro de diez kilómetros, desnivel medio del 9,9 por ciento y largos tramos de hormigón; al otro, Pepe Bellaco --o sea, yo mismo-- y una BH Zaphire de aluminio, con un plato pequeño de 30 dientes y una corona grande de 25, como vehículo de combate.

   Semejante desafío, no obstante, no era sino el prólogo de la incursión que tenía previsto realizar en las dos jornadas siguientes por tierras asturianas, con el Angliru, Cuitu Negru, Gamoniteiru y otros agradables paseos verticales como destino.

La BH posa orgullosa en el Salto de la Cabra, tras hacer
morder el polvo a dos bicicletas de montaña de gama alta.
    Tras aparcar el Megane en el pueblo de La Hermida, donde comienza la ascensión al Salto de la Cabra, monté en la flaca y enfilé la empinada rampa inicial del puerto en aquella calurosa mañana de agosto. Como era de prever, el entumecimiento de las piernas por las tres horas de viaje en coche, y la negligente decisión de empezar la ascensión sin calentamiento previo de ningún tipo, se tradujeron en un lamentable rendimiento en los primeros kilómetros. 

   Afortunadamente, la cosa fue mejorando poco a poco y, con las piernas funcionando ya como Dios manda, me permití el lujo de adelantar a dos chavales que iban en bicicleta de montaña en la parte final del puerto. Poco dura, sin embargo, la alegría en la casa del globero, pues la encerrona que me esperaba poco después iba devolverme a la realidad de forma tan brusca como despiadada.

   Efectivamente; bajaba yo muy ufano de vuelta a La Hermida tras mi hazaña cicloturista, cuando me topé con una pista que salía a la derecha, en la que no había reparado durante la ascensión. ¿Sería aquella una nueva y espectacular escalada? ¿O moriría la pista de asfalto, como tantas otras veces, un poco más adelante, frente a una chabola custodiada por una jauría de perros? No había más remedio, tenía que adentrarme por aquel camino para descubrirlo, o luego el arrepentimiento me perseguiría noche y día. 

Coger un desvío erróneo puede llevarte a la ruina
--y al desmembramiento--.( imagen: 2.bp.blogspot.com)
   ¡En mala hora tomé aquel desvío fatal! Como en esa entrega de la saga Wrong Turn, en la que una moza se ve abocada a todo tipo de tormentos tras coger una bifurcación errónea en la carretera, aquel giro a la derecha iba a deparme dolor y sufrimiento. Uno tras otro, los muros con desniveles cercanos o superiores al 30 por ciento empezaron a sucederse, en una demencial ascensión hacia ninguna parte. La agonía era  insoportable y cada metro se convertía en un calvario, sin que existiesen visos de que aquel infierno fuera a darme un respiro. La cosa se estaba poniendo muy mal, y para mi sorpresa y frustración, iba tomando forma la inminencia de mi derrota. ¿Cómo podía ser aquello? ¿Cómo podía aquel infame sendero hormigonado derrotar a quien había triunfado en Anglirus, Larraus, Arimegortas o Beillurtis?

LA DEBACLE

   La debacle me sobrevino en el peor momento posible; justo cuando un grupo de turistas extranjeros aparecía por aquel desierto rincón de los Picos de Europa. Reventado y con la certeza de que si demoraba más la retirada no tendría fuerzas ni para sacar la cala del pedal, me detuve y a duras penas logre bajarme de la bici en mitad de la enésima rampa al 30 por ciento. Los guiris me saludaron y siguieron su camino, y yo tuve que tragarme el orgullo y empujar mi BH hasta encontrar un tramo con menos pendiente en el que poder montarme de nuevo. 

El idílico pueblo de Bejes oculta un infierno
 hormigonado que aniquila a quien ose desafiarlo.
   Días después descubrí que donde fracasó Pepe Bellaco, gentes más vigorosas habían triunfado. Tan envidiables ciclistas, además, habían medido la ascensión gracias a un instrumental, a una pericia y a una paciencia de las que quien esto esto escribe carece. Esta bestialidad altimétrica, situada a la altura del pueblo de Bejes, ha sido acertadamente bautizada como Collado Pelea

   En realidad, desde el desvío por el que me interné apenas hay un kilómetro y medio de pista cementada, aunque el desnivel medio supera el 18 por ciento, con largos tramos por encima del 30 por ciento. Además, --¡ojo!, excusa inminente-- hay partes en las que el hormigón está roto y hay mucha piedra suelta. Si se tiene en cuenta la parte inicial de la subida, la que comienza en La Hermida y que es la misma que la del Salto de la Cabra, este Collado Pelea tiene 6,8 kilómetros con un desnivel medio del 10,6 por ciento. Es probable que mi  BH y yo volvamos por allí para buscar la revancha, aunque nos descalabremos en el intento.

5 comentarios :

Anónimo dijo...

no hay que lamentarse por heberse bajado en una cuesta imposible, hay que lamentarse no haberlo intentado

Anónimo dijo...

no hay que lamentarse por heberse bajado en una cuesta imposible, hay que lamentarse no haberlo intentado

Anónimo dijo...

no hay que lamentarse por heberse bajado en una cuesta imposible, hay que lamentarse no haberlo intentado

A.M.Y.P. dijo...

Ya, es cierto; lo malo es que uno es muy cabestro y, al final, acabaré echando una vez más los higadillos sobre aquel demencial camino de cabras. O Collado Pelea o Pepe Bellaco; solo puede quedar uno.

Anónimo dijo...

Yo me calzé dos pedazo de oxtias intentando subir esa puñetera cuesta, viendo que el de delante la subía.
Se te encabrita la bici y ves el suelo a dos metros y si no sueltas la cala a tiempo , zas!!! la cadera contra el duro hormigón.
Luego pase dos años jodido con la espalda , nunca mais, bueno casi me la pego en montejurra navarra al final hay una cuesta similar, el hombre único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.